LA SEMANA SANTA

A mi con la Semana Santa me pasa igual que con los toros, o con los desfiles militares...no me motivan. Si acaso algo la Navidad. Pero las procesiones de la Semana Santa son celebraciones que me dejan frio. Si, cierto, están ahí, vigentes en todos los pueblos y ciudades de España, sin perder un ápice de su fervor popular, ajustándose a tradiciones que se pierden en el tiempo. Y lo curioso es que la gente se vuelca cada año, hasta el punto de pagarse cantidades astronómicas por formar parte de una Cofradía, sobre todo si es de las antiguas, o se matan por el alquiler de un balcón que domine los pasos...Pura actividad mercantil al amparo de un luctuoso hecho, acaecido allá en la Palestina acupada y sometida por las centurias y los tribunos romanos.
Eso es porque no lo entiendes, suelen decirme los católicos de la ortodoxia. Los más tolerantes, lo achacan a mi carencia de sentimientos religiosos...Y otros, los más, a una supuesta falta de sensibilidad hacia las tradiciones ancestrales. Seguramente todos tienen razón...No entiendo que se celebre la ejecución, el asesinato más bien, de un hombre bueno y al tiempo se presente a la muchedumbre con toda la parafernalia ornamental, los momentos y aspectos de su lenta y dramática agonía, dos mil años después.
Pero si que lo entiendo, oigan...Mostrar la crucifixión del Nazareno forma parte de la expresión plástica más genuina de la religión católica aquí en España. Es la semana cuando la clerecía y la feligresía, acorta la lejanía escandalosa que les separa durante el resto de año. ¿Y te parece mal?...Pues ni bien ni mal, sino todo lo contrario. Los hay que se emocionan al ver desfilar las andas y hasta no pueden contener los lagrimones al son de una saeta. Mientras otros se frotan las manos, porque tras el lagrimeo de aquellos, la majestuosidad del silencio, quebrado por la gravedad de las cornetas o el repique del tambor, otean el magro negocio que se esconde tras ellos. Juegan con ventaja. Saben que ahora nadie hay que les eche a latigazos del sagrado lugar. Al que podía hacerlo lo mataron...Son los mismos que lo exhiben año tras año en las procesiones como trofeo de caza, sin duda para escarnio y escarmiento de aquellos que saltándose las reglas, se atrevan a emularle y a predicar su mensaje desde la honestidad.