EL SALTO (IV)
Aquella fué para nosotros una noche extraña...y sin embargo, nada especial habia en ella. La misma rutina, el mismo orden, el mismo silencio. La tarde del domingo, como hacíamos todas las tardes de la semana, habíamos estado por Alcantarilla, algunos se acercaban hasta Murcia, aprovechando que la estación del tren la teníamos a unos metros...Paseos, bar y cine, no habia otra cosa. Si "mojar" en aquella época era empresa ardua y dificil -las mujeres todavía no se habian liberado- con aquellos odiosos ropajes y el desaliñado tabardo, era ciertamente un imposible ...Para cualquier hembra aquello cantaba demasiado. No se extrañen, pero tocar pelo en la España de las sotanas, fuera de las entrepiernas de la novia o la esposa o de alguna turista francesa, era un sueño inalcanzable para la mayoría. De todos mi compañeros, no recuerdo a ninguno que lo lograse. Con la libertad de la motorización y la emancipación, otro gallo hubiera cantado, pero entonces las mujeres debian mantenerse castas, so pena del repudio social que conllevaba los excesos públicos con el sexto.Y el coche, el instrumento ideal para burlar las imposiciones discriminatorias, era un lujo al alcance de muy pocos.
Si durante el curso, el primer salto era el tema prioritario, casi agobiante de conversación entre nosotros, desde el dia antes de la gran cita, curiosamente, lo obviábamos. De alguna manera nos sentíamos como aquellos reos en el corredor de la muerte esperando su ejecución, solo que la silla eléctrica se sustituía por un salto desde 600 mts de altura...
El dia aquel amaneció radiante y sin viento, de esos primaverales que solo se dan en la región murciana. Una mañana ideal para el lanzamiento, que de eso ya sabíamos un rato. Dasayunamos casi por rutina, pués toda nuestra atención más allá del bollo o la ensaimada, estaba puesta en la zona de embarque, un espacio como de una hectárea, con piso de cemento pegada a los hangares donde repostaban los aviones. Tras el desayuno, hacia allí nos dirigimos con paso firme, cantando no recuerdo cual canción. Aquel lugar estaba a unos 200 mts de los patios de las escuadrillas..El dia D habia llegado y la hora de la verdad venía marcada por el paso inexorable de las manecillas del reloj. Sabíamos que no habia vuelta atrás . Sobre el suelo, los paracaidas desplegados entre espacios de unos tres metros, estaban ya esperando a sus circunstanciales dueños.Hoy éramos nosotros, pero ayer fueron otros y otros fueron los de antesdeayer. ¿Cuantos antes que yo llevaron ese mismo paracaidas que me tocaba en suerte? ¿Cuantos saltaron con el? ...ajustados sobre nuestros torsos, eran las sedas salvadoras...¿Se abriría o no la mía?...¿Se me formaria una vela romana?...!No por dios!...sería mortal...¿Quizás un enrollamiento?...siempre podría echar mano de la navaja de salto y cortar las cintas mal desplegadas...¿Que le pasaría al compañero que se mató en Alcalá?...¿Porqué no abrió el de pecho?..Los pensamientos se agolpaban...fugaces y efímeros, solo duraban lo que tardaba en llegar el siguiente que lo reemplazaba...los procesos mentales, tal como llegaban, desaparecian..
Los INTA, eran unos paracaidas pequeños de color blanco, muy manejables y de fabricación nacional. Todos los saltos que se realizaban en la escuela se hacian con ellos...todos, excepto los manualistas de caida libre, que utilizaban los "Paracomander" americanos, "los fórmula uno" de los paracaidas deportivos de entonces. Impresionantes sus saltos, de entre 1500 y 3000 mts, la maxima altura que alcanzaban los aviones. Aquellos paracaidistas, los de verdad quiero decir, nos llamaban a nosotros los paracaidistas de "gancho" y con toda razón. Eramos como fardos que se dejaban caer desde la puerta lateral del avión. No interveníamos en la apertura de la seda, que se abria sola son el empuje de nuestro propio peso y la cinta extractora que habíamos enganchado previamente en el cable estático del avión. Salto automático que se llamaba en los términos técnicos de la escuela...mientras que los otros paracaidistas, los de caida libre, lo abrian manualmente a según que distancia del suelo, a tenor de las instrucciones recibidas. Nosotros los veíamos como héroes y realmente lo eran.
El avión era un Junker, el JU 52 alemán, un trastajo residual de la guerra civil y de la segunda guerra mundial. Tal era el ruido, que parecía que se desmontaba a cachos, sobre todo en el despegue. Llevaba tres motores, dos en las alas y uno en el morro. Disponía de una puerta lateral a la que se accedía por una escalerilla y otra más pequeña de acceso a la carlinga, por donde subía el piloto...Luego, volando, aquel cacharro iba tan lento que parecía que planeaba en vez de volar...
Mi patrulla fué la segunda en embarcar, en el segundo avión, por tanto... la formábamos siete aspirantes del curso y un jefe de patrulla que saltaba el primero, un brigada creo recordar, con más saltos encima que un jinete de la escuela de Jerez. También volaba con nosotros el jefe de lanzamiento, que era quién marcaba los ritmos del salto, que podría ser un paracaidista sin rango, un cabo o un suboficial. Este no saltaba, sino que iba atado al lado de la puerta, marcando el ritmo como digo, aunque siempre portaba un paracaidas de emergencia, por si acaso...Para alcanzar el grado de apto había que hacer seis lanzamientos, los tres primeros, eran individuales, los tres restantes, colectivos.
Ya habíamos llegado a la zona de embarque y casi de inmediato procedimos a colocarnos el paracaidas con todo su atalage tal y como nos habian enseñado durante el curso. Cumplimentadas todas las pautas y tras ser revisados a fondo por el jefe de la patrulla, nos colocamos el paracaidas de emergencia a la altura del pecho, un cachivache más pequeño todavía que el de espalda. La adrenalina, que desde que salimos hacia la zona de embarque iba in crescendo, a estas alturas ya se nos salía por las orejas. !No digamos a medida que nos acercamos al avión!...cada pauta, cada paso, cada movimiento, era como un velo nuevo que caia en aquella inexplorada jungla de temores y de miedos. La tensión psicológica acumulada, junto al ruido infernal del avión, era de tal envergadura, que dudo si en aquel estado de verdadera catarsis, éramos dueños de nuestros propios actos. Pienso que no...la tensión, el miedo y el pánico lo anulaban todo. Al final, toda esa energia incontrolable, se canalizaba hacia una huida imposible...y el salto era el escape inevitable, la salida liberadora.
-¿Preparado?...
-¿Listo?...
-!Salte!...
Tal fué así, que este protocolo básico en los saltos individuales, mil veces repetido durante el curso, yo me lo salté olimpicamente...Saltó el brigada tal como marca el manual...luego lo hizo mi compañero, siguiendo las mismas pautas. Cuando mi compañero se lanzó por la puerta, yo salté al vacío tras él, sin guardar los tiempos. De los cuatro o cinco segundos que durara la apertura de la seda, no tengo noción alguna...la ausencia de mi consciencia en ese cortísimo periodo fué absoluta, nada recuerdo de evento, como si no lo hubiera vivido...Un seco tirón me volvió a la realidad. De pronto me vi colgado en el vacio...arriba, una bellísima seda blanca abierta sobre un luminoso fondo azul, me sostenía en el aire...una maravillosa e indescriptibe visión...A mis pies, nada, solo distancia y vacio. Y silencio, un impresionante silencio como jamás antes lo habia percibido. Algunos leves chasquidos de la seda en su contacto con el viento, rompian el grave silencio haciéndolo mas omnipresente... !Demasiadas emociones juntas!...Sentí por un momento la sensación de vértigo, pero solo un instante...luego las voces de algún compañero que gritaba celebrando el exito, como a unos 200 mts más allá....!Joder! !Si desde abajo parece que descienden casi juntos!...Me relajé y vivi la experiencia con una curiosidad morbosa, no exenta de placer...parecia que no bajabas, que estabas estático en el aire. Más que bajar, era la tierra la que se acercaba hasta ti...La toma al suelo fué una gozada. una secuencia temida por muchos compañeros, pero que para mi no lo era. Le cogí el tranquillo al instante...!Y esto era el tan temido salto!...En aquel instante hubieramos vuelto a salta otra vez y otra y otra...habia sido como un juego de niños.